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SAN BUENAVENTURA : LA PAZ QUE VISTE TIPOY Y POLLERA


MariaEmilia

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[align=justify]El municipio se encuentra al norte del departamento de La Paz. Sus pobladores unen las costumbres cambas con las tradiciones collas

 

 

Los espectadores compran tripitas rellenas de un puesto ambulante para comer mientras esperan el inicio del tradicional jocheo de toros. En los restaurantes, los platos que se ofrecen a los comensales son el masaco, el majao o el sonso. Las mujeres alistan su tipoy o la pollera de fin de semana, listas para festejar como se debe un año más de la existencia de San Buenaventura, el municipio más camba del departamento de La Paz.

 

Ubicado en la parte norte de La Paz, en la provincia Abel Iturralde del departamento, San Buenaventura —o “San Buena”, como le llaman algunos de sus vecinos— se encuentra en la cuenca del Amazonas, a orillas del río Beni. Como ocurre con los “vecinos de enfrente”, la población de Rurrenabaque del departamento del Beni, los habitantes conviven con la jungla. El verde domina el paisaje tierra adentro con tupidos bosques.

 

El clima es tropical, con temperaturas que promedian los 25 grados centígrados, pudiendo llegar hasta los 33 durante el verano. Teniendo en cuenta el calor, no es de extrañar que “en el resto del país ignoran que somos paceños. Incluso en la sede de gobierno nos tratan como si viviéramos en Santa Cruz”, reclama Virginia González Solanos, de 37 años. Sin embargo, los pobladores reconocen que el malentendido es comprensible, después de todo, “acá somos camba collas”.

 

Pues sí, los sanbueneños nativos utilizan los mismos modismos que sus vecinos del “frente”: Rurrenabaque. “Somos igualitos —admite Mariela del Castillo Cavinas (20)— Hablamos de la misma forma, compartimos nuestras costumbres... hasta nos gustan los mismo platillos”.

 

Eso no quiere decir que escaseen las costumbres de la zona altiplánica del departamento. Junto con el “elay” se escucha, seguido, el “yaaaaa” de la sede de gobierno. Si en un puesto la oferta es el majao, de seguro que también incluye una sajta de pollo y el tradicional plato paceño. Y si bien el tipoy es el traje femenino tradicional, ideal para el clima, no faltan las polleras. “Claro que aquí tenemos de todo un poco. Hay gente de todos los rincones de La Paz. Desde los que nacimos en el municipio hasta los que vinieron del altiplano, la ciudad u otra zona”, asegura Manuel Sanjinés Crespo, un vecino de 64 años de San Buenaventura. De esta forma, la entrada folklórica del aniversario de San Buenaventura cuenta con las danzas típicas de las naciones tacana y esse ejjas y una que otra morenada y caporal sureño.

 

El alcalde Hinosencio Adalid Carbajal Miranda (29 años) asegura que esta mezcla se debe a que San Buenaventura está “abierta” a las costumbres de quienes van a vivir en ella. Razones no le faltan para postular esta teoría, ya que, si bien él nació en el pueblo, sus padres son de una provincia de Chuquisaca. “Y aquí nos recibieron muy bien... somos tan paceños y sanbueneños como todos los vecinos”.

 

Y no hay duda. En San Buena se enorgullecen de su paceñidad. Durante la semana de festejos del pueblo, que coincide con las fiestas julianas, las banderas del departamento ondean sobre los sombreros de saó. En la víspera del 16 de julio, la población realiza un desfile de teas por las principales calles de la ciudad, en memoria de la revolución encabezada por el protomártir Pedro Domingo Murillo.

 

“¡Claro que somos paceños y nos sentimos así!— exclama Pascual Guari Cartajena, de 59 años— usted debe tener en cuenta que, aunque hablamos como el resto de nuestros hermanos del norte, nosotros nacimos en este departamento. Lo que pasa es que también tenemos las costumbres de nuestros padres tacana y de la gente que nació acá. Somos camba collas”, reitera el vecino de San Buena. Y no faltan quienes se consideran más cambas que los pobladores de Rurrenabaque.

 

Para estos “camba collas” la población turística vecina “ya no es lo que era”. “Mírenos nomás. Nosotros aún tenemos el jocheo, comemos nuestros platos típicos y mantenemos nuestros dichos. Sólo los migrantes más recientes no son iguales, pero van aprendiendo. En cambio, al frente han tenido que olvidar muchas costumbres”, asegura Manuel Sanjinés Crespo, un vecino de 64 años. La razón de este cambio radica en el turismo. ‘Rurre’ tuvo que transformarse para atender a los turistas.

Otros consideran que es en San Buena donde residen los verdaderos pobladores originarios de la región: los tacana. Pascual es un miembro de este pueblo indígena. Él nació en la comunidad de Tumupasa, perteneciente al municipio, que se encuentra a unos 20 minutos de viaje al norte. Como muchos de sus paisanos, Pascual afirma que fue allí donde realmente nació San Buenaventura. “Allí estamos los verdaderos nativos de la zona”, agrega.

 

Las ruinas de las primeras misiones franciscanas de la colonia otorgan veracidad a estas declaraciones. Según revelan los registros históricos, fueron frailes de la Seráfica Provincia de San Antonio de los Charcas y del Colegio de Misioneros de Moquegua quienes, tras cruzar el río Beni en 1680, fundaron la población de San Buenaventura de Chiriguas, en Tumupasa, cerca de donde está San Borja.

 

Casi dos siglos después, en 1862, el sacerdote Jesualdo Marchetti volvió a fundar San Buenaventura. Pero, en esta ocasión, la población se instaló a las orillas del río Beni, donde está hoy en día. El objetivo era que sirviera de puerto de salida hacia Brasil, vital para el comercio de la goma y que, con el paso del tiempo, fue convirtiéndose en uno de los puntos de comercio principales de esa región.

 

Especialmente en los últimos años, en los que el ecoturismo comenzó a tener una gran importancia en la economía. Emprendimientos como San Miguel del Bala y Chalalán, ambos pertenecientes a la nación tacana —y con parte de sus instalaciones en los límites del municipio— están entre las empresas de mayor éxito. No es para menos, San Buenaventura es la entrada al Parque Nacional Madidi.

 

Sin embargo, este recurso natural es, también, una fuente de conflicto con la vecina Rurrenabaque. “Ellos se aprovechan de nuestros recursos”, exclama Virginia con furor patriótico. No, la población vecina no se adjudica las áreas protegidas, sino que las principales oficinas de las empresas comunarias se encuentran en esta ciudad, centro de turismo de la región.

“La verdad es que nos hemos descuidado nosotros —admite, calmada, González— mientras que al frente han trabajado duro para posicionarse. No sólo somos nosotros los afectados, sino que también lo son otras poblaciones de Beni adentro”.

 

Conflictos regionales

 

Rurrenabaque es el centro de distribución del turismo en la región. En las calles de esta ciudad se concentran la mayoría de las agencias de turismo de los atractivos en San Buena, Santa Rosa y del Parque Madidi. Uno de los motivos de este posicionamiento es, en criterio de Manuel Sanjinés Crespo, un vecino de 64 años de San Buenaventura, la accesibilidad.

 

Para llegar a San Buenaventura se tiene que, forzosamente, llegar primero a Rurrenabaque. Allí están las terminales de buses y de aviones y la mayoría de los alojamientos. Asimismo, sólo dos líneas aéreas ofrecen la ruta desde La Paz: Amaszonas y Transporte Aéreo Militar, mientras que por tierra son las flotas Yungueña, Tur Bus Totaí y Trans Totaí las que ofrecen el servicio. Para llegar al municipio paceño, el viajero tiene que trasladarse en barcazas.

 

Este aislamiento también afecta las relaciones que tienen los sanbueneños con la sede de gobierno. Pese a que la población se siente muy identificada con su departamento, consideran que éste se olvidó de sus hijos “más orientales”.

 

Este sentimiento lo expresan sin tapujos los pobladores de la zona. “Muy lejos queda La Paz (la ciudad). Allá nadie sabe dónde estamos y muchos nos discriminan como si fuéramos cambas de Santa Cruz. No creen que somos del mismo departamento”, reclama Guelly Macuapa Loayza (33 años), dueña del restaurante “La Estancia”, que está frente a la plaza principal.

 

La molestia se manifiesta con mayor fuerza en los meses posteriores a alguna elección. “Nosotros siempre hemos sido una especie de botín político —asegura el Burgomaestre—, siempre que algún partido político quiere ganar nuestros votos nos hablan del desarrollo del norte paceño, de que nosotros somos el futuro del país, pero nunca nos cumplen”.

 

De hecho, la construcción de un aeropuerto es una de las promesas recurrentes que escuchan los sanbueneños. “Mire, yo vivo más de 30 años acá y cada uno de ellos escuché lo mismo”, comenta Manuel con una sonrisa de resignación.

Pero, pese a esto, en San Buena no hay nadie que reniega de su identidad. Al fin y al cabo, Pascual explica que “ellos se habrán olvidado de nosotros, pero le aseguro que los sanbueneños seguimos orgullosos de ser paceños”.

 

Texto: Jorge Soruco Fotos: Juan Gabriel Estellano[/align]

 

Para ver as fotos acesse o site do jornal

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