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Miradas de un viajero del siglo XIX


MariaEmilia

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http://www.la-razon.com/version.php?ArticleId=110&a=6&ed_sup=23&EditionId=1359

 

[align=justify]Los primeros años de la República de Bolivia fueron reflejados por extranjeros que recorrieron parte del país en su recorrido por el continente. Su mirada quedó impresa en diversas publicaciones, como la del estadounidense Curtis

Sayuri Loza - Estudiante de la carrera de Historia (UMSA)

 

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A lo largo del siglo XIX, como consecuencia del espíritu aventurero del romanticismo, se organizaron expediciones con el propósito de conocer más sobre la recién emancipada América. Las relaciones de viaje, y la popularidad de conceptos como “naturaleza” y “paisaje” abrieron a los ojos “civilizados” la maravilla exótica de una América Latina que además despertaba interés por su reciente apertura poscolonización española.

 

Estos viajeros se caracterizaron por pertenecer a la élite, poseer poder adquisitivo y tener educación —cuando menos universitaria—, lo que los llevó a dar juicios de acuerdo con su formación. Se enfrentaron con una realidad, una lógica y una dinámica totalmente diferentes a la europea, lo que provocó que sus afirmaciones contengan por lo general una mirada “civilización versus barbarie” propia de aquellos tiempos. Visión eurocéntrica que reflejó los dogmas y axiomas que existían entonces en el imaginario de la gente.

 

LAS MIRADAS. Entre otros, el viajero checo Tadeo Haenke nos muestra una visión que da cuenta del ambiente preindependentista americano recogiendo las inquietudes que se vivían en la época. El francés Charles Wiener llegó al área andina de Bolivia recorriendo sus localidades, escalando el Illimani y relacionándose con los intelectuales paceños. El americano William Eleroy Curtis estuvo también por el territorio nacional en esas épocas. Los tres dieron su punto de vista sobre nuestra situación.

 

Todos coinciden en la visión de un pasado prehispánico efectivamente glorioso, ordenado y eficaz pero recuerdan, a la vez, que esa cultura murió para dar paso al “progreso”. Por ejemplo, aunque difieren en sus juicios sobre la conquista, ninguno de los viajeros deja de reflejar la idea subyacente de un territorio que no pudo librarse de sus enemigos y por ello merecía ser dominado, siendo incapaz de llevar la iniciativa de su propio destino o de poseer un proyecto político propio.

 

Sobre las relaciones sociales, notan las obvias disputas por el poder de los primeros años republicanos reflejados en el desprecio mutuo y la falta de entendimiento en toda la estructura social. Por lo tanto, para ellos, los habitantes del país carecían de un espíritu progresista. Ninguna de las clases sociales fue considerada promisoria, buena o correcta con excepción de la raza de blancos extranjeros. Pero incluso ellos se dieron cuenta de que no podían quedarse en el país por las constantes dificultades.

 

Para estos viajeros los blancos criollos eran una copia barata de Europa, demasiado beatos e ignorantes de la realidad del mundo. Los mestizos y cholos eran perezosos y se vendían fácilmente debido a su pobreza y a su ignorancia y los indios no pintaban nada; eran menores de edad que, para colmo, fueron conducidos por el mal camino sin que se pueda hacer mucho para cambiar esta situación. Incluso nuestro ejército les provocó risa, William Eleroy Curtis —que escribió el libro The capitals of spanish America— dice al respecto:

 

“Todos los soldados son ‘voluntarios’. La conscripción obligatoria está prohibida y un ‘voluntario’ es un indio que es capturado en el camino, en un restaurante, o en su casa y es encerrado hasta que hay suficientes para ser enviados a un cuartel, donde es llevado frente a un oficial de reclutamiento quien le hace firmar una declaración haciendo constar que él es voluntario para servir a su país en tanto sus servicios sean requeridos”.

 

Las observaciones realizadas por los visitantes durante el siglo XIX abarcan también la religiosidad en aspectos como el alejamiento del fanatismo religioso y la tolerancia. Esto es visto como una ventaja, pues el europeo sabía por experiencia propia que las guerras religiosas podían ser las más traumáticas y difíciles de superar.

 

Nuestros personajes dan en el clavo al detectar algunos vicios nacionales que con el tiempo permanecerían en nuestras sociedades. A pesar de que la coca todavía no tenía la mala fama que la cocaína le daría, se observa su importancia en el consumo y por su uso en prácticas tradicionales. A su vez el alcohol, siendo vicio universal, ocupa un lugar importantísimo en la socialización. Cuando se refiere a La Paz, Curtis da una reflexión inquietantemente actual, como si hablara en el presente:

 

“Es (La Paz) una gran ciudad con hábitos de una pequeña… ciudad democrática según el código, aristócrata por las disposiciones de la raza dirigente, centro comercial por la posición geográfica, residencia a pesar suyo de tiranuelos, ciudad de guarnición por la dictadura militar que se impone a pesar de todo y a pesar de todos, ciudad del pasado sin duda, ciudad del futuro quizás, y que apenas si cuenta a la hora presente”.

 

¿Seremos capaces de vencer el reto que nos presenta el viajero decimonónico? ¿Quién será capaz de responder la pregunta?

 

Curtis, un incansable explorador

 

El estadounidense William Eleroy Curtis fue diplomático y periodista. Fue corresponsal en jefe del Chicago Record. Viajó extensamente por Italia, el Medio Oriente, la India, Malasia y Japón. En 1880 visitó centro y sur América, evaluando el potencial de comercio con su país. The capitals of spanish America se publicó en Nueva York en 1888. La obra contiene numerosos grabados que reflejan la cotidianidad de los habitantes de los países. La mayoría de los grabados fueron dibujados por Frank Hamilton Taylor, corresponsal del Harper’s Weekly.[/align]

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